jueves, 15 de febrero de 2007

Las estrellas de Equus

Hay días en los que las personas que trabajamos con la inmigración nos sentimos desanimadas. Le pasa a casi todo el mundo en su lugar de trabajo, pero quizá, quienes realizan labores sociales se vean más a menudo ante este sentimiento. Llegamos un poco abatidos preguntándonos si esto poquito que haré hoy valdrá para algo en la inmensidad de una realidad que nunca deja de crecer. Lo cierto es que, hace algún tiempo, llegó a mis manos un cuento que me gustaría compartir. Espero que este pequeño cuento les sirva a nuestros lectores para entender el trabajo que hacemos todos los días con los chicos. Cuando estamos desanimados, el mensaje de este cuento explica bien qué es lo que nos da esa inyección de energía y de ánimo. Dice así:
Bajo los zarpazos de una tormenta formidable el océano se agigantó y durante toda la noche estuvo estrellando su furia contra la playa. Olas de más de cuatro metros arrojaron sus entrañas de caracolas, peces, algas y mil otros elementos.
Cuando al amanecer se calmó la tormenta, la playa estaba totalmente cubierta de estrellas de mar, que palpitaban levemente a la luz tibia de la mañana. Una caminante madrugadora empezó a devolverlas al océano en una empresa que, de antemano, parecía condenada al fracaso dada la enorme cantidad de estrellas en la arena.
-Buenos días, señora –le dijo un turista que la miraba con asombro-. ¿Puede usted decirme qué es lo que está haciendo?
-Devuelvo estas estrellas de mar al océano. Si no las devuelvo pronto, morirán por la falta de oxígeno.
-¿Pero no le parece inútil y descabellado su esfuerzo? Hay millones de ellas y es imposible agarrarlas a todas. Además, posiblemente haya cientos de playas cubiertas también de estrellas de mar que irremediablemente van a morir. ¿No se da cuenta de que no cambia nada?
La mujer sonrió dulcemente, se agachó, agarró otra estrella de mar y antes de arrojarla al agua dijo:
-¡Para esta sí cambio algo!

Las estrellas de Equus tienen nombre, familia y una preciosa personalidad. Cada uno vale la pena todos nuestros días buenos y, cuando no lo son, el esfuerzo de superar cualquier día malo.